Este vegetal tiene un fuerte sabor anisado, las bases de las hojas hinchadas (conocidas como bulbos) y una textura de apio tierno y hojas delicadas como plumas. Su pariente cercano, el hinojo silvestre, que no tiene la base hinchada, se usa como hierba aromática.
El hinojo ya era popular en la época griega y romana y los soldados lo comían para mantenerse en forma, mientras que las mujeres lo usaban para combatir la obesidad. En la época medieval, las semillas se comían en cuaresma para aliviar la sensación de hambre, y los dietistas todavía lo recomiendan para suprimir el apetito.
Tomado en infusión, ayuda en las enfermedades urinarias y los cólicos, y también en el estreñimiento. Investigaciones recientes indican, además, que el hinojo reduce los efectos del alcohol.
Se puede usar para baños en los ojos, para reducir la inflamación. Masticarlo endulza el aliento y se puede usar para lavar la boca encaso de enfermedades en las encías o catarros fuertes. También reduce la sensación de hambre, como hemos indicado antes y facilita la digestión.
Tiene propiedades aperitivas, carminativas, diuréticas, refrescantes y tónicas. Contiene vitaminas A, B y C, y entre uss minerales destacan el calcio y el fósforo. También contiene aceites esenciales, aunque en menor proporción que el hinojo silvestre.
El hinojo es adecuado para platos con huevos y pescado. Es preferible cocerlo al vapor, a la brasa o hervirlo. También se puede añadir a sopas y ensaladas, incluso se puede encurtir poniéndolo en vinagre al 50% mezclado con agua y en apenas una semana ya lo podemos degustar.
Si lo añadimos a la ensalada conviene dosificarlo bien, a menos que se añadan también rodajas de naranja y aceitunas negras, en cuyo caso podremos abusar un poco más de su uso.
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